martes, diciembre 23, 2008

Philly

Es curioso como extendemos nuestros sentimientos hasta que son capaces de adherirse a las piedras. La evocación de un recuerdo que despierta una emoción dura es suficiente para atarnos a las cosas más insignificantes y vanales. Pero a la vez es bonito, y desconcertante. Esta ciudad se viene conmigo, de algún modo, de vuelta a casa.
La echaré de menos a pesar de que en ella sólo quedan ya para mí piedras.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Marx decía que necesariamente ha de existir algo que hace de la realidad una realidad, que hace que una sociedad sea una sociedad y no un montón de hormigón,ladrillos y piedras. ¿Qué constituía ese efecto de sociedad? Una dominante, sin duda; una función determinante en última instancia sin lo cual el hormigón, los ladrillos y las piedras (también los individuos) nunca hubiesen sido nada en primer lugar. Como sabes, esa era la función económica. Pensar que tal función no existía era la ideología capitalista-liberal, que prentendía que la sociedad no era sino un montón de individuos, cemento y piedras. Esa visión de las cosas, de seres atomizados, solos, autónomos, era imaginaria --una utopía de libertad. Del mismo modo, creo que en esta vida hay que darse cuenta de qué es aquello que hace que nuestra vida sea vida, que nuestras relaciones sean relaciones de amistad, de amor, etc., que nuestros sentimientos tengan sentido, y no sean meras ilusiones proyectadas sobre piedras. Lorena, la dominante siempre existe, de lo contrario no existirían ni siquiera las piedras. La función determinante siempre está ahí, operando en nosotros. El problema es que cuando nos alejamos de ella, cuando no la vemos, y por lo tanto nos sentimos perdidos, solos, tristes, etc., entonces empiezan las fantasías de lo que no somos ni hubiésemos querido ser nunca. La vida se convierte en un fantasma. Pero lo que quiero decir es que esas fantasmagorías (1) son irreales, y (2) son el efecto de irrealidad que se deriva de pensarse perdido, de haberse quedado solo, sin saber dónde está esa dominante que, sin embargo, debemos estar seguros de que existe, o de que la podemos construir. ya sabes quién te escribe esto, y por qué