miércoles, julio 26, 2006

Tenemos una idea romántica de todo. Del amor, de la amistad, de los paisajes en los que vamos a pasar las vacaciones. Por supuesto, la idea romántica se queda en idea, y ya está. Tenemos que enfrentarnos a la cruda realidad, ésa en la que la otra persona tiene una idea muy diferente de lo que es romántico, ésa en la que tu amigo no cree que seas su amiga o no sabe lo que es eso, ésa en la que tienes delante la tierra de la foto y por mucho que guiñes los ojos o mires de lado no acaba de ser igual, le falta algo. A veces es simplemente que la idea es una tontería, producto de un machacante marketing que nos impele a tener deseos irrealizables que nos obligan a probarlo todo sabiendo que nunca nos satisfará nada; a veces es una visión distorsionada de la realidad la que no nos deja disfrutar de la realidad misma. Sea lo que sea parece que el romanticismo, en general, se nos escapa; y siempre queda la pregunta -por otra parte la pregunta más propia del hombre- ¿no podría ser mejor, más bonito, más gratificante?La nostalgia es un sentimiento que convierte las cosas en románticas, pero con el incoveniente de que esas cosas forman parte del pasado. Para el presente ¿qué cura queda? ¿el optimismo?, ¿la resignación?, ¿la ironía?, ¿un agudo sentido del realismo? ¿dejar de ver sexo en Nueva York? creo que optaré por la última.