Alfombra psicodélica

Tengo una alfombra psicodélica. Me subo en ella y el mundo aparece de mil colores y las formas van variando a medida que mi alfombra y yo nos movemos por los recovecos del espacio infinito. Volamos al lado de dragones y a veces también del Star Trek. Llevamos munición de espadas de Toledo y una caja de aspirinas por si nos duele la cabeza de aguantar la respiración. Me cuenta chistes de Lepe y oimos las noticias enchufando los cascos de mi mp3 al satélite más cercano. Jugamos a hacer salto al vacío desde la ionosfera, pero cuando me pongo morena remontamos el vuelo para no oler a pollo quemado. Hemos visitado ya casi toda la vía láctea, y, por ahora, no hemos encontrado rastro de vida inteligente; lavadoras sólo las hacen aquí en la tierra. Me despido, mi alfombra psicodélica y yo nos vamos de excursión a un agujero negro; dicen que todo lo que has perdido puedes encontrarlo en una gran montaña que se ha formado allá dentro. Dejo un cabo atado a la pata de mi cama por si alguien quiere buscarme o le apetece seguirme. Hasta otra.