martes, agosto 05, 2008
La nueva mirada desde la web cam
Un extraño fenómeno, altamente significativo, apareció en la vida del hombre como consecuencia del avance de las comunicaciones. Uno que nos permite, en vivo y en directo, live, llevar a cabo un acto que hasta el momento sólo nos era accesible de forma burda y rudimentaria. Y me refiero a la web cam y su efecto renovador en comparación con la imagen reflejada en el espejo. Existe un revelador esquema según el cuál el sujeto sólo es capaz de verse tal y cómo el otro le ve gracias al filtro de dos espejos. Por supuesto, este punto de vista no es de ninguna manera privilegiado, pues, como todo lector de Lacan -o de sus discípulos- sabe, finalmente hemos de pagar el precio de ver en el espejo las cosas no tal y como son, sino tal y como quedan después de este doble reflejo (el jarrón volcado del revés lo vemos finalmente en su posición correcta después del doble reflejo de un espejo cócavo y otro normal); esto implica que la realidad, tal y como es vista por el sujeto, es siempre imperfecta, siempre le falta algo. Retomando el asunto del sujeto, esta doble imagen en el espejo es necesaria, pues supone la reconciliación del sujeto consigo mismo, que es capaz de verse y pensarse a la vez (es decir, es capaz de considerarse sujeto y objeto-sujeto) y además lleva consigo adherida la imagen del mundo alrededor que permite al sujeto contemplar el mundo como totalidad y no como suma de individualidades contingentes (es decir, permite la ciencia). Como decía anteriormente, la web cam se presenta, en todo este entramado, casi como un objeto obsceno, pero no por su carácter pierde la teoría del espejo su validez. Es una queja sistemática de aquella persona que habla contigo mientras la cam está conectada, que dejes de mirar la pantalla y mires a la cam para que ella pueda verte de frente, como en una conversación. Pero la tendencia del sujeto es la de mirar instintivamente a la pantalla donde aparece la imagen que la cam está ofreciendo de él al otro. La fascinación de mirarse uno mismo tal y como el otro le está viendo no ha sido nunca tan cierta como con este aparato a través del cuál, no sólo uno mismo se ve como el "otro" le ve en el mundo real y de nuevo gracias a un doble reflejo (el de la cámara que luego se refleja en la pantalla) sino que además hay efectivamente un otro viendo exactamente esa imagen en su pantalla del ordenador; un otro que no se encuentra físicamente al lado reflejándose y que, de este modo, confiere a la imagen un rasgo de objetividad, nos vemos como cualquiera nos vería. La proximidad entre las visiones de los dos sujetos es absoluta para el que se graba en su pantalla del ordenador, y si a esto le añadimos una doble cam, una por cada sujeto que está conversando, el resultado es ni más ni menos que cuatro sujetos. Dos pensantes, dos sujeto-sujeto/objeto. En estos momentos es casi imposible evitar que cada uno de los conversadores esté manteniendo un diálogo con su propia imagen en la pantalla, relegando al otro al puesto de tercer miembro, casi prescindible. La atracción de dialogar con tu yo-otro que aparece en el universo del "otro" es irresistible, y más teniendo en cuenta la lejanía del tercer sujeto (el otro sujeto real) que, a causa del mismo fenómeno de duplicidad (su cámara web y nuestra pantalla) aparece, al contrario que la imagen propia, como doblemente alejado. La atención se disipa cuando lo que estamos acostumbrados a ver se repite, pero no ocurre así cuando lo que se nos ofrece es un espectáculo privilegiado al espacio del otro cuyos protagonistas somos nosotros. De manera obscena, decía, la cam nos da acceso por primera ver a un yo que no sólo aparece en el espacio, sino en el tiempo, es decir, vivo. Es como contemplar la verdad de lo orgánico, la causalidad de los miembros, mostrada en la pantalla y personificada en uno mismo. Como echar un vistazo al origen del universo. Uno en el que cada uno que mira aparece en calidad de creador, de dios, de ponedor del propio cuerpo. Quizá la imagen más cercana a la actividad de la ciencia, en la que el experimentador posee a sus espaldas o al alcance de su mano el material original que aparece en la pantalla de visión compartida -que posee rasgos de vitalidad- pero sin embargo no puede ver ambos materiales al mismo tiempo. El único objeto real es el propio yo; pero el que queda más allá de la pantalla, el que contempla, también adquiere un cariz fantasmático, de desaparición, ante la imagen móvil del ordenador. Una mirada obcena, voyeurista, es la que nos permite la web cam. Sin embargo, como no, todo juego de espejos refleja algo que no está completo, que está del revés, que es "falso". En este caso destaca como elemento principal -quedando también los otros propios del espejo- el hecho de que el espacio en el que nos vemos ni siquiera refleja la habitación que queda detrás, sino que está construido sobre un vacío, reflejado en un elemento que aparece como independiente, el universo virtual -con todas las implicaciones filosóficas del término- que se pretende mundo nuevo. No es de extrañar, pues, que el hombre quiera explorar y vivir en ese mundo. Ahora bien ¿duplicamos de este modo la falta original, o por fin tenemos una herramienta apropiada para interpretarnos?
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